La Virgen de la Aurora es el consuelo de aquella
señora mayor que visita a su esposo, que no hace mucho se fue buscando la luz
eterna de la Resurrección y que espera ese día a sus pies.
Es la alegría de chaval que con su cirial o
inciensario hace de su amor luz o incienso con el que honrarle y perfumarla.
Es la manecilla de un reloj que marca las horas sin
fin de la gente de priostía, que nunca tienen hora de salida cuando de montarte
altares imposibles se trata.
Es el desvelo de su Vestidor y sus Camareras, que con
cada alfiler dibuja un tocado de ensueño realizado con el cariño más sincero.
Es la ilusión de una Juventud que viene pujante, de
frente y sin miedo, cada vez más numerosa y con ímpetu renovado, que siempre
tendrá en la luz de Su nombre un faro de referencia.
Es la responsabilidad de los hombres y mujeres que
trabajan por y para su Hermandad, desde dentro o fuera de la Junta de Gobierno.
Es aquella señora mayor que pesadamente recorre la
calle San Luis con su cesta de la compra en la mano y que se santigua al pasar
por su puerta.
Es aquel que la vida no trató bien y que busca
llamando a puertas lo que en otro momento le sobraba.
Es el cordón azul y blanco de las medallas, es la
piedra casi milenaria de Santa Marina, es el redoble de Virgen de los Reyes y es
corneta cigarrera, es vigilia de Besamanos, es Canto de Septiembre, es hebrea
en Cuaresma y de luto en Noviembre, es farolillo de Velá y carro en la
Operación Carretilla, es calle San Luis, Padre Manjón y Santa Marina, es el
cuadro de tienda pequeña, estampa de cartera, azulejo de cerámica y alegría de
su Colegio.
Es la Virgen niña de la Aurora, que ayer celebró su
cumpleaños. Dos milenios de luz, dos milenios de Aurora. Cientos, miles de
vidas en cualquier rincón del mundo
encomendadas a Ella. Ahora que todo vuelve a comenzar, todo sea por y
para ti.
Felicidades Aurora, felicidades Madre.