Ahora que estamos en plena
efervescencia futbolera debido a la celebración de la Eurocopa de Polonia y
Ucrania, quisiera compartir con vosotros una reflexión que me hago cada vez que
la Selección Española del Fútbol (mal llamada “la Roja”, en un burdo intento de
MARCA de copiar a la “Azzurra” italiana) juega algún partido o participa en
algún torneo.
Los que me conocéis seguro que en
éstos días me habréis escuchado hablar sobre lo que yo llamo el “patriotismo
futbolero”. España, acuciada por sus complejos y milongas, es el único país del
mundo que siente vergüenza de sus símbolos nacionales, y todo imbuido por un
sentimiento manipulado y partidista de la historia… sentimiento que por arte de
magia desaparece durante unos días.
Decían los antiguos griegos que
la primera obligación de cualquier ciudadano era sentirse parte de su patria. Y
esto, por desgracia en España, sólo ocurre cuando juega la Selección. Muchos de
los que ondean bufandas y banderas rojigualdas ven a España como la
continuación del equipo de fútbol de sus amores. España no es una sociedad
anónima deportiva, ni ficha jugadores, ni tiene estadio propio… en definitiva,
no es un equipo de fútbol.
España es un PAÍS, una NACIÓN con
una historia de miles de años, con su himno y su bandera, que engloba a todos
los españoles desde Canarias a los Pirineos. A lo largo de la historia, hemos
sido una potencia mundial, orgullosa de sí misma, con sus defectos y virtudes,
pero hemos sido una gran nación. De un tiempo a ésta parte hay quién asocia
nuestros símbolos nacionales a una turbia etapa de nuestro pasado. Todo esto no
es más que una muestra de la triste manipulación de la historia que han hecho
politiquillos de tres al cuarto durante décadas, lo que ha hecho que los españoles reneguemos de algo tan
propio como nuestra bandera o nuestro himno.
La exaltación de símbolos
nacionales está tan mal vista que a más de uno parece que le produce urticaria…
salvo cuando juega la Selección. En éstos días las banderas nacionales ondean
en cada balcón… qué pena me da pensar que esto solo ocurrirá durante la
Eurocopa. Si fuéramos tan patriotas el resto del año como lo somos en estos días,
a buen seguro que la situación sería muy diferente. Es más, me atrevería a
decir que aunque la crisis es implacable, la hubiésemos enfocado de otra forma.
Apelando al orgullo nacional y
patriótico que cada uno llevamos dentro, somos capaces de crear una gran nación.
Habrá quién me llame facha, habrá quién me tache de eso. Mientras yo siga
creyendo en mi país, en mi patria y en mi bandera, y la gente me considere un
facha… pues seré un facha. El caso es que cuando acabe la Eurocopa (y ojalá los
fastos de haber conseguido un nuevo título), yo me seguiré sintiendo orgulloso
no, orgullosísimo del rojigualdo de la bandera de España.
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