En éstos días me habréis visto especialmente ilusionado con
la Vigilia de la Inmaculada de éste año. Los que me seguís en éste blog, así
como en las redes sociales, habréis comprobado que me he volcado considerablemente
con este evento, y eso se debe a que la imagen encargada de presidir dicho acto
era la patrona de mi Colegio.
La Purisima del Colegio de La Salle de la calle San Luis (la
Chiquitita, como todos la conocemos desde hace tantísimos años) ha presidido la
Vigilia de la Inmaculada de la diócesis de Sevilla. Que los zancos de su paso
se arríen en el altar de plata de la Catedral ha sido un sueño largamente
acariciado, duramente trabajado y plenamente disfrutado. Cuando un niño entra en La Purísima como
alumno, el primer contacto que tiene con la Madre de Dios es a través de la
Chiquitita, de ahí que para mí, al igual que los cientos de niños y niñas
criados al amparo de los Hermanos de La Salle del Colegio de La Purísima, hayan
sido tan especial estos días.
Han sido meses de dura preparación, pero al final todo tiene
su recompensa. EL trabajo callado de muchísimos lasalianos ha permitido que
Sevilla entera acoja a la Chiquitita, además de haber escrito con letras de oro
una nueva página de La Salle en nuestra ciudad. Mi amigo Mario Daza (principal
culpable de toda ésta bendita locura) me dijo que la Virgen llevaba 92 años
esperando éste momento… y no podíamos fallarle.
En los años venideros, cuando el 8 de diciembre en el 35 de
la calle San Luis vuelva a ser un día de fiesta de niños vestidos de tunos, de
tómbola de regalos y ambigú, recordaremos como La Salle de Sevilla se volcó
literalmente para llevar a su patrona al mismo corazón de la diócesis de
Sevilla.
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