Con la coronación de la Virgen de la Paz a un año
vista y tras el anuncio de la de Salud de San Gonzalo para 2017 se ha vuelto a
abrir en nuestra ciudad el debate de nunca a acabar sobre las coronaciones
canónicas. A mi juicio, el problema reside en dos puntos: el desconocimiento
general del significado y la modificación de los factores a tener en cuenta
para conseguirla.
Respecto al primer aspecto, conviene saber que una coronación
resalta el carácter regio asignado por la Iglesia a María como Madre de Jesucristo
y medianera universal de todas las gracias. Éstas pueden ser de tres tipos: pontificia
(concedida por un papa), diocesana (concedida por un obispo
de diócesis) o litúrgica (no necesita de permiso alguno, la puede realiza
cualquier eclesiástico
y puede llegar a ser elevada al rango de diocesana). Para tramitar una coronación
canónica se fijaron una serie de requisitos mínimos (nos metemos ya en el
segundo punto a debatir) que se han mantenido hasta ahora: antigüedad no menor
de 50 años, con cierto valor artístico e historia debidamente documentada,
probada devoción desde sus inicios y demostración de favores concedidos por
dicha imagen.
Y una vez dicho esto me pregunto ¿cómo puede
causarnos revuelo que se reconozca tales gracias a una imagen de la Virgen?
Creo que estamos de acuerdo en que a lo largo de
todo el siglo XX las mayores devociones de la ciudad ya fueron coronadas,
comenzando por la Virgen de la Antigua y terminando por la Esperanza de Triana,
todas por orden expresa desde Roma (coronaciones pontificias). Pero en los años
ochenta la película cambia. La cesión de
competencias a las diócesis locales
de éste y otros temas hace que el escenario varíe. ¿Por qué no coronar a otras
imágenes de la ciudad con antigüedad, historia, calidad artística, pero quizás
con una devoción menos universal?
¿Por qué no seguir reconociendo la intercesión de María aunque no se llamaran
Reyes o Macarena?
El problema es que los cofrades hemos hecho creado
las coronaciones de primera, de segunda y hasta de regional preferente. Cada
vez que se anuncie una ésta debe ser motivo de alegría para la diócesis, ya que
la Iglesia universal (representada en el obispo de la sede local) reconoce a la Madre de Dios. Es por ello que
tenemos que evolucionar en el concepto: coronar a una imagen (además de lo ya
mencionado) puede suponer un premio a la labor de caridad, al trabajo en un
barrio deprimido o a la formación espiritual que su Hermandad lleve a cabo.
¿Es esto malo? En absoluto. Simplemente es cuestión
de cambiar de mentalidad y dejar pensar en el siglo XXI con ideas del XX. Hay
quién tachará esta idea de de canicofrade,
pero lo cierto y verdad es que hasta que no demos ese paso seguiremos
haciendo daño con nuestros comentarios a aquellos hermanos de las corporaciones
cuyas titulares mariana serán o puedan ser coronadas.
PD: Ojalá que dentro de no mucho sean coronadas
Victoria de Cigarreras y Refugio de San Bernardo.
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