Bienvenidos a éste rinconcito sevillano y cofrade en el ancho mundo de Internet. Desde las almenas de la vieja muralla del arrabal macareno, éste habitante de la vieja Híspalis desgrana sus sentimientos, abre su corazón y comparte con todos aquellos amigos que quieran visitarme cosas, momentos y recuerdos vividos a lo largo de mi sin par existencia... Sed todos bienvenidos

sábado, 12 de octubre de 2013

Descanse en paz nuestro Candi

Cuando hoy todo el mundo sigue conmocionado por la muerte de una mujer reconocida en todo el mundo como María de Villota, otra persona mucho más cercana a mí ha decidido irse como vivió: sin molestar a nadie, sin hacer ruido y con la humildad por bandera.
 
En la víspera de la Festividad del Pilar (como disfrutaba viendo a la cabra de la Legión en el desfile de las Fuerzas Armadas) se nos fue para siempre el eterno contraguía de su Maestro Manolo Santiago:  Cándido Cabello Hernández, o Candi, como se gustaba llamar.
Hablar de Candi es hablar del amor, la entrega y el sacrificio de los costaleros antiguos. Es recordarle siempre en la trasera de los pasos, da igual que fuera el palio de la Paz o la Carmen de Calatrava… el siempre estuvo donde quería estar: cerca de la gente de abajo, a la que perteneció durante muchos años.
Escudero infatigable de su capataz Manolo Santiago, formó parte de una generación de hombres extraordinarios como Alfonsito Mellado, Pepe Vaca, Pedrito el del garaje y entre otros que pasearon las cofradías de los Santiago durante muchos años. Daba gusto escuchar sus anécdotas en las noches de ensayo de Cuaresma hasta su casa, en la que le dejábamos Luis Mauriño, Pablo Fernández o yo…
Para la Hermandad de la Resurrección también es un día triste. Candi era un hombre de la casa. De todas las cofradías que sacaba tanto de costalero como de negro, era solo hermano de la Resurrección. Allí donde iba con su terno de capataz nunca le faltaba su pisacorbatas con nuestro escudo. En las charlas que mantenía con el siempre recordaba la de noches que se quedaba a dormir en los bancos de Santa Marina cuando ésta no tenía ni si quiera puertas, por no hablar de las cientos de tortillas salidas de las manos de su hermana Rosa que en cada convivencia el traía en su Vespino blanco, en el que según mi amigo pepe Rubio, giraba sin doblar el manillar. Costaleros muchos años del Señor Resucitado, supo dar lo mejor de sí mismo a los que nos iniciábamos en las trabajaderas de Santa Marina.
Su voz, su manera de mandar o sus andares quedaran para siempre en el recuerdos de los que tuvimos el privilegio de compartir con él ésta bendita afición a la que sin duda le hacen falta muuuucha gente como Candi.
Descanse en paz, contraguía!

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